Tenemos el corazón roto.

Es un sentimiento generalizado el día de hoy. La noticia del cobarde y cruel asesinato de Fatima, una niña de 7 años nos ha calado hondo. Duele……. mucho. La rabia y la impotencia que sentimos al imaginarnos el horror es algo que muchos de nosotros quisiéramos evitar.

Este no es el país que la mayoría queremos para nuestros hijos. Por supuesto que no se han dejado esperar los señalamientos y los dedos apuntando a muchos lados. No soy de los que creo que un hombre, un grupo y mucho menos una ideología tiene la “culpa”.

Sin embargo la respuesta que han tenido las autoridades y la falta de empatía ante tremenda tragedia me han sorprendido y por decirlo elegantemente me he “enojado” demasiado.

Nunca he sido partidario de utilizar la violencia como forma de protesta, y he de confesar que en las ultimas marchas “feministas” donde han pintado y vandalizado los monumentos nacionales he sido de los que critiqué el uso de esos métodos. Hoy, las entiendo. Me dan ganas de ir a prenderle fuego al mismísimo Palacio Nacional.

Afortunadamente únicamente son las ganas, porque estoy convencido de que la violencia no se atiende con violencia, pero porfin me pongo en sus zapatos y aunque no lo justifico entiendo su motivación.

No sé en donde nos equivocamos, ni cuál es la solución. Pero me queda claro que vamos a necesitar de todos para poder cambiar esta situación.

Empecemos por nuestra casa, cuidémonos entre nosotros, nuestros vecinos y nuestras comunidades.

Que el corazón que sentimos roto hoy sea el inicio de una transformación para que poco a poco sanemos nuestra sociedad. Estamos heridos, enfermos. Descansa en paz Fatima. Descansa en paz México. Lo vamos a necesitar.